A lo que veis en la imagen, los menorquines le llamamos ‘enderrossall’.

Sucede cuando una pared se derrumba, de tal manera que las piedras que la conforman pierden su lugar en la estructura que sujeta la construcción y, al final, una gran parte de la construcción cae. Aquí, los ‘enderrossalls’ suelen producirse en las ‘parets seques’, estas que recorren nuestra tierra y la reparten en ‘tanques’.
Ahora que estamos terminando este año 2020, hemos pensado que ‘enderrossall’ sería la palabra que mejor lo define.

La sacudida que hemos vivido este año ha hecho que se nos caigan piedras, e incluso paredes enteras. Y ha pasado como ocurre con un ‘enderrossall’: una piedra empuja a otra, y ésta a la siguiente, hasta que caen todas las que tienen que caer. Llegó la pandemia y, con ella, fueron cayendo estructuras que pensábamos inamovibles. Hemos estado confinados en casa, hemos visto negocios y establecimientos cerrados, las aulas sin actividad y camas de los hospitales saturadas.

Un ‘enderrossall’ en toda regla.
El ‘enderrossall’ es una mala noticia. Un estremecimiento como no recordábamos, y que desgraciadamente nos ha costado vidas humanas.
Ahora que la pared ha caído, toca levantarla de nuevo. Y esto significa una oportunidad para reconstruir. Ante un ‘enderrossall’, podemos tomar tres caminos: echarnos las manos en la cabeza y lamentarnos; mirar hacia otro lado, poniendo las manos en los bolsillos y esperan a que sean otros quienes reconstruyan lo caído; o ponernos manos a la obra y recuperar la pared piedra tras piedra.
Un ‘enderrossall’ es una oportunidad para reconstruir. De volver a levantar la pared, aprovechando aquellas piedras que todavía sirven y aportan estabilidad a la estructura, y descartando aquellas que no hacen bien. Y es la oportunidad para introducir nuevos elementos, nuevas piedras con formas diferentes, que permitan que la pared sea más sólida y adaptada.
El ‘enderrossall’ de la pandemia nos ha trastocado los valores. Nos ha brindado la oportunidad de humanizarnos de nuevo. Nos ha hecho ver lo que es importante y lo que es imprescindible. Nos ha dado la opción de reflexionar y repensar. Por la fuerza, sí, pero hemos tenido tiempo para meditar y plantearnos preguntas que en otros momentos, sumergidos en la vorágine del día a día, no nos podíamos ni formular. Ahora las hemos podido plantear e, incluso, contestarlas.
De las peores experiencias también se puede obtenir un aprendizaje, y en este caso también debemos hacerlo. Nos toca reconstruir la pared, levantar el ‘enderrossall’, con aquellas piedras que hemos decidido aprovechar y las nuevas que queramos introducir.

¿Empezamos?

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